Cuando bajo todos los días de mi casa,
por la avenida un perro siempre me ladra,
al lado del siempre esta una mongólica,
ella me mira con una maldita muñeca fea,
me rio con una risa malévola y triste a la
vez,
malévola porque un instinto asesino me
llega,
y triste porque los voy a extrañar luego,
camino y espero mientras el semáforo cambia
a verde,
me gusta pasar lento mientras los
conductores me maldicen,
riéndome de mis locuras desequilibradas
voy,
un transeúnte psicópata que miman por
MAESTRO,
nadie sabe lo que me corre por la mente,
mi cara es muy simpática para los que me
miran,
soy un chico tímido para el amor enésimas
de veces,
pienso que la mongólica se burla de mí y me
da ira,
quisiera arrancarle las bolas del perro,
freírlas en manteca de cochino,
y dárselas como pasa palos a la maldita,
bien calientes para que se queme la lengua,
agarrar una hojilla y cortarle los pezones,
sus gritos agudos de dolor enloquecen,
luego agarrar un machete y cortarle los
dedos,
20 dedos ha de comerse el perro adolorido,
echarle sal y limón en cada cortada,
echarme un palo de tequila el cuervo,
luego mamarle las tetas sangrando.
De regreso quisiera pasar por donde mismo,
escuchar el rico sabor del silencio,
extrañando al perro ladrando,
y la mongólica sonriendo de nada,
estarán muertos desangrados.
12/08/2014
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